viernes, 30 de noviembre de 2007

De iluminación y ahorro energético.

Me doy una vuelta por la web del Ayto. de Bilbao, un poco farragosa por cierto, y llego a las obras vigentes, entre las que me llama la atención, no se bien por qué, la de la iluminación de algunas calles de Uribarri y Castaños. Poca cosa pone excepto las calles afectadas por el cambio lumínico en el que se está trabajando, pero al momento me acuerdo por qué me ha llamado la atención anteriormente. Hace un par de años aproximadamente (mes arriba mes abajo) se presentó por parte del Consistorio un plan de ahorro energético para rebajar por las noches la intensidad de las lámparas con el fin de ahorrar energía, de lo cual está bien necesitado el planeta. Convocada incluso rueda de prensa para su presentación en público, incluyendo un dossier para la prensa con bonita foto de portada, cogida por cierto sin permiso del autor para su publicación en el mencionado dossier, y por supuesto sin abonarle los derechos de reproducción, el informe, un poco escueto y chabacano para mi gusto, hablaba, si mal no recuerdo y podría equivocarme en algo por el paso del tiempo, de reducir el factor de potencia o algo así, durante algunos períodos de la noche en que apenas hay tránsito por la capital del mundo. Se trataba con ello de explicar a la ciudadanía de Bilbao lo ahorrativa y solidaria que sería la ciudad gracias a este plan.

El tiempo ha pasado y ya nada se sabe del generoso proyecto. No ha habido cuenta de resultados, o al menos yo no la he visto por ninguna parte, ni publicada ni mencionada. Suele ser lo más habitual en este consistorio, ya que presentar planes y proyectos, especialmente en época preelectoral, es lo más natural del mundo por su parte, pero son rarísimos los casos en que al cabo de un tiempo presentan los resultados de alguno de ellos. En alguna que otra ocasión se ponen encima de la mesa estadísticas de afluencia de personas a uno u otro evento, pero eso es fácil de cuantificar y de usar como si de algo efectivo se tratara, cuando no es más que mera estadística, y nada más. Lo cierto es que si te pones en Artxanda mirando a la capital, de noche, apenas se nota cambio alguno. Es más, no conviene andar mucho por el mirador del pulmón bilbaíno porque a veces varias farolas están fundidas y apenas se ve el suelo por el que se pisa, y digo esto aprovechando que hablamos de iluminación urbana y esas cosas. Quizás haya que esperar a altas horas de la madrugada para notarse el efecto, o simplemente y será lo más probable, no se ha hecho nada de nada del mencionado plan.

Bueno, puestos a ello me paso por Uríbarri a ver cómo va la cosa esa de la nueva iluminación, cuya instalación resulta ciertamente sospechosa por la cercanía del período electoral del año que viene. Pero bueno, mejor alguna vez, aunque sea para recaudar votos, que nunca. Las farolas son bonitas, tanto las de a pie como las de pared. Abultan el doble que las viejas pero efectivas luminarias, cuyo trabajo ha sido muy provechoso a lo largo de los años que han durado. Como ya es tarde está encendidas y lo cierto es que se advierte cierto déficit lumínico. Ahora bien, siempre ha sido así y habría que ver por qué se cambian ahora y no se ha hecho antes, cuando este barrio dispone de las viejas luminarias desde hace décadas. Bueno, no importa, lo importante es que se va a subsanar el problema, si es que lo había.

Puestos a mirar veo que un corto tramo (50 metros) de una calle, en cuestión la denominada Monte Ízaro, va a ser premiada con un cambio de dos por nueve. Es decir, ahora dispone de dos farolas y se le van a colocar en el mismo espacio hasta nueve de las relucientes y cabezonas luminarias. Destacan sobremanera por las dimensiones exageradas, sobre todo comparadas con las actuales, que a su vez está mucho más altas, y por lo tanto destacan menos. Las nuevas están prácticamente en el balcón de esa señora que cuelga la ropa, tan bajas están ubicadas. Bueno, si hay que cambiar la bombilla lo podremos hacer desde el balcón, pensará el de mantenimiento. Lo que sigo sin apercibir es por qué tanta farola en tan poco espacio. No veo nada que justifique tanto farolillo, por lo menos a simple vista. Me recuerda a esa obra de arte pegada al museo tradicional bilbaíno, pero en vez de con muchos modelos, sólo con uno. Bosque de farolillos, se podría titular. Las actuales son dos a un lado de la calle. Las futuras son cuatro en el mismo lado de las viejas, y cinco en la acera de enfrente. Esto va a parecer el adorado y sacrosanto campo de fútbol de la ciudad cuando las enciendan.

Hablando de planes de ahorro energético, me fijo a ver si hay alguna preinstalación para alternar unas farolas con otras, por si hubieran pensado en la posibilidad de apagar algunas a ciertas horas de la noche dejando las imprescindibles para un tránsito mínimo sin tener que llevar gafas de sol a las cuatro de la madrugada, pero no, no veo nada que me haga pensar que ello va a ser así. Sólo veo su cablecito colgando, su fusible y nada más. Mucho me temo que eso del ahorro energético municipal es un cuento chino, japonés y tailandés. En resumen, creo que fue una patraña para hacernos creer que íbamos a ser más amables y considerados con el planeta, cuando los hechos demuestran que somos todo lo contrario, es decir, unos despilfarradores. Y ahora ya no sólo de agua, sino también de energía. De dos a nueve va un trecho, tanto en número como en vatios consumidos inútilmente. Una cosa es mejorar y otra exagerar hasta caer en el abuso inútil y derrochador. Sin embargo una cosa sí me ha quedado clara: ahora ya sé por qué nunca presentan resultados. Lo más probable es que sean siempre negativos.

Tampoco es de extrañar. Si nos damos una vuelta por el resto de la ciudad en período nocturno, veremos cómo hay polideportivos con sus instalaciones iluminadas a altas horas de la noche cuando ya no hay nadie en ellas, u otras instalaciones deportivas al aire libre con sus potentes focos encendidos, cuando está lloviendo a jarros y nadie puede usarlos, o patios de algunas escuelas con sus focos encendidos día y noche, aveces durante varias jornadas. Y eso sólo es lo que se ve a simple vista. A saber qué pasará a nivel interno en todas esas instalaciones que dependen del consistorio bilbaíno. Bueno, creo que es mejor no saberlo, pero por lo menos que no vayan chuleando por ahí de lo ecológicos y ahorradores que son porque es simple y llanamente, mentira.

Prohibido fumar en este establecimiento.

Me habían dicho que en Bilbao había algún que otro bar, que no degustación o pastelería, en el que está explícitamente prohibido fumar. Yo no me lo creía porque en eso me fijo mucho y hasta ahora no había visto ni uno solo de ellos donde rezara el cartelito a la entrada, pero como me habían comentado dónde está uno de ellos, aproveché que había quedado con un conocido para comentar algunas cosillas en el supuesto bar de no fumadores. Y es cierto; me quedé anonadado pero es verdad que lo hay. Y allí estuvimos conversando sin humo y disfrutando de un café sin el hilillo tocapelotas pasándote por la nariz mientras saboreas el adictivo pero sabroso vicio.

Mi colega, que me ve entusiasmado en este pequeño bar de barrio, me dice que hay otros tres, pertenecientes a una misma cadena, en los que también está prohibido fumar y que están en el Casco Viejo. Tampoco me lo puedo creer. ¿Hay alguien tan loco como para ir a contracorriente del 99,9% del resto de hosteleros? Y en ese momento decido buscar un hueco para comprobarlo durante la misma semana. Y también es cierto lo que me decía mi colega. Tres establecimientos de no muy lejana apertura hostelera rezan en sus entradas sendos carteles de prohibido fumar en su interior, correspondiendo la imagen que encabeza esta entrada de bitácora (no me gusta lo de blog y lo uso lo menos posible) a uno de ellos.

No entro a los más grandes, sino al más pequeño de los tres a tomar un café. Dentro consta, en al menos tres lugares, que está prohibido fumar en su interior. Sentado en una esquina tomo nota de algunos detalles en una servilleta. No hay ruido excesivo porque la gente habla en un tono normal y relajado. Nadie grita para ser escuchado porque se le oye bien. En resumen, no hay efecto oilokiegi (gallinero), como le gusta decir a cierto personaje político-técnico-televisivo, muy mordaz él en sus apreciaciones politicas. Sólo alguna esporádica petición de la barra a la cocina, altera ligeramente la media sonora del local, y son las ocho de la tarde, hora bastante significativa, creo yo.

Entra gente con niños pequeños en su cochecito. Me sonrio porque he visto tantos niños recién nacidos en sus coches
acompañando a sus padres en lugares totalmente contaminados de humo de tabaco, que cuando veo éstos de ahora en un lugar en el que pueden acompañar a sus abuelos o aitas sin peligro de comenzar a ser adictos al tabaco desde recién nacidos, y pudiendo además éstos tomarse unos pintxos o algo para beber, tranquilos por ese asunto, todo esto me parece de cuento de hadas.

Entra más gente con algún que otro niño pero el volumen de la conversación sólo se eleva un poco, algo lógico si aumenta la afluencia de público. Un cartel curioso, escrito en una pizarra con muy buena letra, e incluso con una falta de ortografía (cambien es con m antes de b) totalmente perdonable, advierte de que no se lleven la vajilla del establecimiento porque les sale por un pico la broma y además si les gusta a los clientes, están dispuestos a vendérsela a precio de coste. Me parece muy buena idea. Sólo faltaba que además de ser de los pocos que van a contracorriente y a favor de una minoría antitabaco, les roben la vajilla. Una medalla es lo que les tenían que dar. Una mención en la guía Mitxelín o en alguna de esas revistas o publicaciones que suenan a que algo está muy bien.

Tengo que marcharme pero después de tomar notas por aquí y por allá, me doy cuenta también por qué estoy tranquilo en el rincón cuando echo un vistazo a las esquinas del local. Quizás algún lector o lectora ya se lo haya imaginado. Lo cierto es que no hay ni una, ni dos, ni tres televisiones. La verdad es que no hay ninguna y por ello la gente se puede concentrar en lo que habla, sencillamente porque no hay nada que la distraiga de la conversación. No hay ninguna superpantalla gigante para ver los anodinos y cotillas programas de la tarde noche. No hay por tanto, un volumen excesivo que induce al resto de los asistentes a gritar aún más que la propia caja tonta. La gente está a lo suyo sin desviar la vista a ningún sitio que no sea su interlocutor. ¡Qué manía tenemos de mirar hacia la tele cuando la tenemos enfrente y nos están hablando! Queramos o no nos hipnotiza como a gilipollas, incluso aunque no nos guste lo que están emitiendo. Pues mira, aquí no hay problemas de esos. Muerto el perro, se acabó la rabia.

Bueno me voy. Ahora si. Me da un poco de pena pero tengo obligaciones con las cuales debo cumplir. Tampoco me importa tanto porque ahora ya tengo dos puntos fijos en Bilbao, a los que puedo ir a tomar un café sin necesidad de fumar pasivamente. La gente dice que soy un radical en ese aspecto, y es cierto. Lo demuestran varias determinaciones que he tenido que tomar. Por ejemplo, ya no voy a tomar el café de la mañana a ningún bar de alrededor de mi centro de trabajo, porque no hay ninguno donde esté prohibido fumar a menos de un kilómetro a la redonda, que es más o menos donde se ubican uno de estos cuatro bares mencionados. Hubo un tiempo en que me llevaba un termo, pero bastantes compañeros fuman diversos tipos de tabaco, incluido algún que otro puro, en un lugar en el que supuestamente está prohibido hacerlo, pero donde nadie hace caso de esas leyes absurdas, según ellos. Ahora me voy a casa a tomar un café, aunque me sale por un riñón entre autobús y autobús. No se tarda mucho, pero como me pillen me van a dar un buen varapalo. Lo cierto es que hay mucha gente que se lo toma en el bar de abajo, pero que estén al lado no significa que vuelvan pronto a su mesa de trabajo. Bueno, pues ahora ya se sabe por qué soy tan radical conmigo mismo, porque lo que es con los demás, siempre acabo perdiendo. Incluso con la ley en la mano.

martes, 27 de noviembre de 2007

Con el pueblo, pero mejor sin él.

Ahora les ha dado a las autoridades municipales por utilizar a la vencidad como empleados de plantilla, pero sin estar en ella y sin pagarles. Bueno, esta es una interpretación de eso que ahora quieren llevar adelante algunos concejales del partido gobernante, se supone que con el visto bueno del boss, que en este caso no es el cantante sino el alcalde. Me refiero a que los propios vecinos hagan de inspectores de diferentes cuestiones que afectan a sus barrios y luego informen de ello en su consejo de distrito para que se solucione,o cuando menos para que esté informado el Ayto. de la anomalía en cuestión.

Supongo que esa será la interpretación de la democracia participativa del partido politico que propone esta medida, pero en realidad no es sino aprovecharse de la bondad y buena intención de la ciudadanía mientras otros están mirando. No en vano la mayor reconversión, que no aumento, de la plantilla municipal que ha habido a lo largo de los últimos años, corresponde a la de inspectores. Si hay que reconvertir algún servicio subcontratado se hace a vigilancia o a inspección. Hay inspectores para todo: para alumbrado, para saneamiento, para aguas, para vialidad, para obras, para anomalías de distrito, de animales, de recintos, de comidas, de instalaciones de aire acondicionado,..... Prácticamente nada se queda sin inspeccionar. De hecho la última noticia a este respecto fue la del nuevo equipo de inspectores de distrito que deben patearase las calles a la búsqueda y captura de anomalías propias de las rutas que recorren, así como de las que los vecinos puedan conocer. Este nuevo servicio fue presentado, como casi todos, a bombo y platillo como una de las formas de acercarse a la ciudadanía y los barrios para recopilar y solucionar problemas.


Pues parece que pronto se han olvidado del tema. Aquí algo falla; o los inspectores no llegan a todo, o no es suficiente marrón para el Ayto. toda la información que les aportan sus propios trabajadores, o sencillamente es otra operación de imagen preelectoral, que no debemos olvidar que la elecciones, de cualquier tipo, no empiezan un mes antes, no, sino un año. Que no nos enteramos.
Pero es que esta idea ya viene de muy lejos, porque precisamente la descentralización ciudadana se hizo para acercar el Ayto. a los barrios y conseguir sus aportaciones, entre otros objetivos. Es decir, esto que se propone ahora es muy viejo, pero como la gente ya no se acuerda de ello, pues lo volvemos a proponer, que queda bien ante la plebe. Pero que tenga en cuenta la gente lisa y llana que todo aquello que se proponga pero no sea rentable en votos, no tendrá el mismo tratamiento que aquello que suponga un avance en las ganancias políticas del partido gobernante de turno. Esto se traduce, más o menos, en lo siguiente: tú deja el sobre que yo ya haré lo crea conveniente. Pueda que lo haga hoy o puede que lo haga cuando me venga bien a mi. Lo de menos es cuándo te viene bien a tí, aunque sea algo urgente bajo tu punto de vista, claro.

Los políticos miden muy bien el "tempo" de sus actuaciones. Si nos fijamos un poco veremos cómo a partir de las siguientes elecciones habrá varios años en que no se hará nada, o sólo lo imprescindible, para notar de repente que algo va a pasar porque toda la ciudad se ha puesto patas arriba sin apenas darnos cuenta. Si eso es así, se acerca algún período electoral a año siguiente. Seguro.

La participación que proponen desde el Ayto. es un poco falsa. De hecho, aprovechando la ley europea de las grandes ciudades, todas las presidencias de los Consejos de Distrito están copadas por el mismo partido, lo que provocó la airada pero inútil protesta de alguno de la oposición, que dominaba ciertas zonas periféricas de la ciudad, pero que gracias a ser europeos, como tanto les gusta recordar a ambos bandos, pues uno de ellos se ha quedado con todo y les responde a los otros con una sencilla y contundente frase "haced vosotros los mismo en vuestras ciudades de España". Muy participativo, si señor, muy participativo.

Las mismas asociaciones que dinamizan los barrios tiene voz pero no tienen voto en estos Consejos de Distrito. Pues vaya negocio: organizan fiestas, eventos, cursos, charlas, forums, concursos y otras actuaciones diversas para que el barrio participe, y cuando hay que tomar decisiones en el Consejo de Distrito, que es donde se cuece el bacalao, a la puñetera calle. Muy participativo,oye, muy participativo.

Bueno, pues a ver cuánto tiempo le dura esta aventura al consistorio. Seguro que más de una propuesta no es nada agradable de leer, sobre todo porque más que propuesta será airada y sonada protesta. Yo voy a hacer una que seguro que le gusta al concejal delegado, y no va de cachondeo ni de nada de eso, porque es la típica cosilla que a los turistas les gusta y al Ayto. se le hace pepsicola salva sea la parte, cuando ve que los foráneos la tienen en cuenta. Un mirador detrás de la Basílica de Begoña en la calle San Isidro, en una zona ajardinada detrás de la bilbaina iglesia. Desde ahí se ve Bilbao de un vistazo y está ubicada en el Camino de Santiago, que tanto éxito ha tenido este último año. Es una buena llegada para los jacobeos que de un vistazo se ubican y ven de paso la basílica orientadora junto a la cual deberán pasar al día siguiente. Y además vale tanto para los que van andando como para los que visitan Bilbao y utilizan el transporte urbano. Ahora sólo se utiliza para mear, tanto personas como perros, pero si se hiciera un mirador, seguro que se utilizaría por las buenas vistas que hay desde allí. A ver si hay lo que tiene que haber y se tiene en cuenta esta idea. Ahora, o cuando le venga bien al partido de turno, claro.

lunes, 26 de noviembre de 2007

La Pasarela


La Pasarela de Calatrava, o Zubizuri, está creando una gran polémica dentro y fuera de la sociedad bibaína. Es curioso pero mientras la mayor parte de la vecindad da la razón al Ayto. nadie la llama como el consistorio le puso, es decir Zubi Zuri, sino como su diseñador, esto es, Calatrava. Da la impresión de que los hechos dicen una cosa, pero que en el fondo su diseñador algo de razón tiene en su reclamación, lo que ocurre es que como buen bilbaíno/a no se puede dar el brazo a torcer en esta cuestión, que se está convirtiendo ya en una cruzada popular contra el arquitecto valenciano, lo cual le está viniendo muy bien al consistorio, por cierto. Da la impresión también de que al señor alcalde está contagiando al populacho su numantina defensa ante el artista internacional. Menos mal que es de Durango que si llega a ser de Bilbao, se lo come entre pan y pan.

En Bilbao somos así. Si algo nos cae bien y nos da prestigio, como un museo de titanio con nombre de jeroglífico, se nos caen los pantalones ante semejante maravilla. Aunque haya costado varios miles de millones de pelas, ahora ya todo eso se comprende porque como da tanto prestigio a la ciudad, pues ahora como si hubiera costado el doble o el triple. Ahora bien, si en lugar de llamarse Guggenheim se llamara museo Amoroto, por copiar un poco al programa ese de ETB, y su obra fuera cien veces mejor que la del Guggi, daría igual, porque una cosa que demuestra esta polémica es que en Bilbao no tenemos ni puñetera idea de arte, y sabemos mucho de ahorrar dinero, sólo para algunas cosas.

Lo que sí sabemos es que a toro pasado algo va bien o mal, es decir, lo mismo que el resto de los mortales. Calatrava no habla de nada que no sea arte. Habla del valor artístico de su obra y de lo que cuesta traducida a dinero, es decir, lo mismo que un cuadro cuyo autor está muerto hace 100 años, sólo que el valenciano quiere que se reconozca ahora y no cuando esté criando malvas. En ningún momento ha dicho que su trabajo no esté pagado, que lo está, sino que si se hace algo que modifique el valor artístico de su obra, que se cuente con él antes que con otro que no tiene por qué entender el arte igual que el autor. Calatrava pide demasiado a una ciudad que ha pasado de la nada cultural, o del todo industrial, a la vanguardia mundial de la imagen, en un período de tiempo demasiado corto para asumirlo por completo. En otras palabras, aún somos un poco boronos, o maketos, o como se nos quiera definir en ese aspecto como para comprender qué quiere un artista de reconocido prestigio, aunque ahora, y no antes de construir el Zubi Zuri, no nos guste ya tanto porque nos está metiendo el dedo en el ojo, o mejor dicho, la mano en la cartera.

Para tratar de entender un poco más esta polémica se podría coger un cuadro de Velázquez y pintarle a sus figuras unos bigotes, una peluca y un reloj digital, y luego decir que es arte vanguardista, por ejemplo. Claro que eso no ocurrirá nunca, por lo menos conscientemente de lo que se haría, porque sería algo más que darle vanguardismo a la obra, sería sencillamente una gran putada. Pues esa misma faena es la que se le ha hecho, o al menos esa impresión me da a mi, modificando su obra con un toque que no es suyo. Porque si a Velázquez le proponen modificar su cuadro aceptará o no, pero se le pide a él y no a otro artista que lo pinte a un gusto diferente al suyo, y aunque parezca que no se iba a notar, los expertos en arte distinguen las distintas etapas en que se ha ejecutado una obra de arte, y a quién corresponde cada una de ellas. Si lo saben de obras hechas hace cientos de años, con las de ahora lo sabrán mejor lógicamente.

En Bilbao discutimos mucho por cosas puntuales pero no nos damos cuenta de lo cotidiano. Si abrimos un libro cualquiera en la primera página lo primero que pone es que está prohibido todo tipo de reproducción total o parcial, o por cualquier método, del libraco en cuestión. Eso no nos sorprende y no nos genera ni frío ni calor, aún cuando la obra ya está pagada a sus autores. A los redactores del liburu ya se les ha pagado; a los fotógrafos también; a los maquetadores lo mismo. Pero claro, hay que ganar dinero con el librito y cuantos más se vendan, mejor. Fotocopias no, que están prohibidas.

La foto que ilustra este blog es robada de Internet así que si me pillan me van a meter un buen puro, pero oye, si así queda mejor el blog pues me arriesgo y santas pascuas. Supongo que eso será lo que pensó Azkuna y su equipo de gobierno cuando amplió la pasarela, solo que ellos tienen un gabinete jurídico que te cagas, y yo soy un pringadillo. Bueno, mejor la quito y pongo una mía hecha con el móvil, aunque si me pilla Calatrava con una foto de su obra lo mismo me pide derechos de reproducción de su imagen. Total, que si robo la foto el autor me puede empurar, y si pongo una hecha por mi el arquitecto también me puede empalar. Al final le voy a decir a mi hijo que me haga un dibujo y lo pondré, aunque a lo mejor también me pide derechos de reproducción.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Los autobuses de Bilbao

Leo en una revista, que se supone defiende en cierta medida los intereses de los consumidores, que los autobuses de Bilbao han mejorado respecto al último estudio que se hizo hace unos años. Me quedo un poco perplejo porque quien hace el estudio no puede ser una de estas dos cosas: ni un minusválido ni una persona mayor. En todo caso será una persona normal con bastante agilidad y deportista, porque de otra manera no puede ser que se considere que toda la infraestructura que rodea al bus en Bilbao, sea aceptable, y menos aún, notable.

Me da la impresión de que estos estudios los hace gente que habitualmente no usa este medio de transporte, sino que son contratados para hacerlo en un determinado tiempo y para un estudio concreto. El que anda todos los días en los buses ve muchas cosas que no pueden observar quienes sólo van a trabajar un rato en ellos, y luego rellenan un formulario tipo test donde no se puede expresar con frases alternativas otras cuestiones relativas a la calidad de este transporte.

Los primeros que deberían opinar son los propios conductores porque son parte imprescindible del proceso, pero por la lectura del informe, da la impresión de que más que contar con su opinión, parece que se les ha espiado a ver si lo hacían bien o mal. Esa gente sabe mucho del tipo de personas que se montan en sus buses todos los días: cómo reaccionan ante una tarjeta mal metida, porque hay muchas reacciones distintas ante el fallo tonto, dependiendo de si es un persona joven o mayor, por ejemplo; quiénes entorpecen el paso de los demás discutiendo si la tarjeta vale o no vale; quiénes les vuelven locos preguntado si su vehículo va a un barrio o a otro sin siquiera molestarse en haber mirado el panel informativo que hay en cada parada; quién tiene la tarjeta preparada o la saca del fondo recóndito de un bolso o cartera mientras los demás están detrás esperando bajo la lluvia; quiénes manchan el autobús apoyando sus zapatillones en el asiento de enfrente y lo deja todo pringado de restos de chuches guarrindongas, mientras van jugando con el móvil; y por supuesto no podían faltar los que van hablando a todas horas por el puñetero móvil como si su vida dependiera del dichoso parato, cuando no van diciendo más que chorradas que no van a ninguna parte.


Sí; es verdad, todo esto no tienen que ver con los criterios de calidad del transporte. Son cuestiones ajenas a la calidad del transporte, pero lo cierto es que se podría escribir una tesis con las costumbres y manías de la gente que sube en los buses urbanos. Conozo a un personaje que no sube en los números que van al hospital, especialmete por la mañana, porque dice que la gente todavía va mal curada a las consultas, y contagian a los demás. No sé, puede que tenga razón, y según él ya no va en esos buses aunque tenga que ir andando o en otra línea.

Los autobuseros también tiene sus preferencias. No es lo mismo conducir un trasto viejo que uno recién salido de la fábrica, aunque los hay que echan de menos algunos modelos que respondían mejor que los nuevos. Los que son insufribles y ni los ancianos ni las madres de niño en carrito pueder soportar son los pocos que quedan con dos escalones y barra en medio para subir o bajar de ellos. He llegado a ver a madres esperar al siguiente, de plataforma baja y graduable antes que montar en uno de escalones. En alguna ocasión la cabezonería de alguna de ellas ha estado a punto de generar un accidente cuando ha elevado por encima de la barra el carrito hasta casi caer el niño, por la inclinación del carro. No; es mejor dejarlo para el siguiente porque éste es mortal de necesidad. Hay pocos buses de estos, pero aún queda alguno que se usa de comodín cuando otro está averiado.

Los nuevos también tienen sus pegas, aunque no para subirse a ellos con el carrito del niño, sino para luego circular por su interior hasta acomodarse. Muy estrechos. Esa es la definición concreta, así que ya directamente se van a la parte de atrás y montan, dejan al niño sujeto como pueden o a cargo de algún viajero generoso que se lo mantenga, y a picar la txartela. Muy efectivo para una madre que vaya sola, si señor, muy cómodo y muy europeo. Los más nuevos tienen todo tipo de jorobas en su interior. A veces da la impresión de que destinan más espacio a los mecanismos del bus que a la gente que tiene que llevar. Que si el depósito de gasoil va en el centro; que si el cuadro de mandos, que ocupa casi como un wc de un bus intercontinental, está en la parte de atrás..... Al final, los asientos de encima de la rueda, que tanto molestaban hace 20 años a los viajeros, ahora son los asientos más cómodos. No, si el que no se consuela es porque no quiere.

La gente mayor también tiene sus tics buseros. Hay de todo entre esta marabunta de personas que por ser mayores se creen que tiene derecho a todo, como por ejemplo llegar los últimos a la parada y entrar los primeros, aunque sea a base de codazos y empujones. Una vez dentro, los primeros por supuesto, se regodean eligiendo el sitio que más les gusta, que por lo general no suele ser el destinado a ellos, es decir, esos cuatro que hay cerca de la entrada para que no tengan que recorrer más distancia que la justa hasta sentarse, sino cualquier otro, y cuanto más retorcido para luego salir molestando a todo hijo de vecino mejor.

Los sitios reservados para lo mayores, las embarazadas y gente impedida por alguna lesión. Qué claro está puesto en las pegatinas y que escasísimo o nulo caso se hace de ello. Prácticamente nadie lo respeta. Es como si esos cartelitos no existieran para la mayoría de la gente. ¿Habrán tomado nota los inspectores del estudio ese sobre la calidad del servicio de los autobues, o eso tampoco entrará dentro del término "calidad"? Pues que sepan que se respeta poco, incluso por la propia gente afectada, muchos de los cuales no se ponen mirando para atrás porque se marean, y llegan a ir de pie sólo para bajarse dos o tres paradas más adelante, aún a riesgo de acabar crucificados en el suelo cuando arranca el moderno autobús, que eso sí, tiene un reprís que ya quisieran para sí muchos coches de los años 80, por ejemplo.

Algunos modelos, casi la mayoría de los modernos, son auténticos retos para los mayores. Los asientos traseros son montañas que deben escalar antes de poder llegar a sentarse, y un suplicio cuando se tienen que bajar de ellos. Una vez acomodados en ellos no hay problema, pero hay que empezar a pensar cómo y cuándo deben comenzar a bajarse, que suele ser alguna parada antes de la suya, no vaya a ser que no le dé tiempo a hacer la maniobra completa y no pueda llegar a la puerta. Es complicado. Digan lo que digan, estos buses no están diseñados para la gente mayor.

Los minusválidos son otro apartado dentro de este mundo rodante. Las plataformas. Las famosas plataformas. Habría que hacer un inventario de cuántas funcionan, porque si hubiera que usarlas todos los días a todas las horas, habría que paralizar la mitad de los autobuses que las incorporan, si no más. Es tal el desbarajuste que los conductores cuando pueden no paran en la marquesina, que esa es otra, la accesibilidad de las marquesinas, sino en el bordillo fuera de ellas. En algunas paradas aproximar un vehículo de esas dimensiones es un suplicio, así que optan por andar unos metros más adelante y hacer una de dos cosas: o bajan el vehículo hasta la altura del bordillo para que la silla de ruedas apenas note el desnivel entre ambos, o sacan la famosa, lenta e insegura plataforma. Porque es una lotería pulsar el botón que extrae la rampita de marras. No se sabe si saldrá o no; si se quedará fija o se volverá a meter, o si por fin sale y se queda quieta, la inseguridad de no saber si luego volverá a entrar, o habrá que tirar de esa fina manivela que apenas puede mover la dura y pesada plataforma de las narices. Con lo fácil que lo hace el aire comprimido, qué dificil y duro es meterla a mano. Por eso, algunos optan por la mejor alternativa para todos los usuarios y trabajadores del autobús: pegarlo a la acera y ajustar la altura al bordillo. Se ahorra tiempo y una buena sudada, además de algún nudillo raspado contra el asfalto.

En los últimos tiempos las mujeres conductoras han hecho aparición en los buses urbanos. Recuerdo hace 20 ó 25 años, cuando la famosa rubia empezó a conducir autobuses urbanos, y las críticas machistas estaban a la orden del día. Por suerte las cosas han cambiado, y ahora las mujeres conducen exactamente igual que los hombres estos modernos cacharros que nada tienen que ver con los que condujo su predecesora hace tantos años. Sólo de pensar en los azulitos; en sus largas palancas de cambio o en el ruido que hacían dentro del propio vehículo se me pone la carne de gallina, aunque también es verdad que no había otra cosa para acceder a los barrios estrechos. Quiero imaginar que a esta mujer sus actuales y jóvenes compañeras la tendrán como un hito en la historia de la conducción urbana de Bilbao, suponiendo que la juventud de ahora tenga alguna noción de lo que ello significó en su momento. Al día de hoy he visto cómo una señora mayor felicitaba a una conductora joven diciéndola que conducía muy bien, todo ello con una amplia sonrisa. La conductora se lo agradeció con palabras y otra sonrisa aunque un poco incrédula ante tal cumplido. Bueno, lo cierto es que la señora lo hizo con toda su buena intención, o así me lo pareció a mi.

Las paradas son otro mundo. Parece que una cosa tan sencilla como el transporte urbano está compuesta por diversos mundos unidos entre ellos por los propios buses, y si nos ponemos a pensar en ello, así es. Destacan en Bilbao diversos tipos de paradas, cada una de ellas con sus propias peculiaridades, y con elementos comunes entre ellas. Algunas son sólo lugares de las aceras con un señal de parada y poco más. Si llueve o hace frío es imposible protegerse y hay que aguantar como sea, y Bilbao tiene fama de ser lluviosa, aunque también es verdad, cada vez, menos. Una buena parte de ellas obstaculiza por uno u otro lado el paso de las sillas de inválidos, aún habiendo sitio para poder ponerlas más atrás. Poca gente municipal se preocupa por estas cosas; por estos pequeños detalles que podrían hacer ligeramente más sencilla a una gente de vida complicada, e incluso a la gente normal, de a pie. Es la falta del detalle lo que demuestra que no hay quien se preocupe de mejorar los accesos a esas marquesinas porque tanto ellas como el diferente mobiliario urbano, son una carrera de obstáculos para todos.

Es triste que la publicidad también tenga preferencia sobre la accesibiidad, pero lo cierto es que la mayor parte de los paneles publicitarios de estas paradas, están apoyados en una pata delantera que apenas deja sitio entre ella y el bordillo. Por lo tanto, el que quiera pasar por ahí que se baje a la calzada o que dé la vuelta. Pero hay amigo, en el otro lado está la inseparable papelera que nadie usa porque los bonobuses campean por todos los lados menos en la papelera de turno. Así que a rodear la papelera, y quizás también la enorme y preciosa jardinera que han puesto a continuación. Es curioso; para eso sí hay sitio, pero para poner medio metro más atrás la marquesina y hacerla accesible por cualquiera de sus lados, por lo general no. En algunos casos no es posible por falta de espacio, pero en otros es perfectamente factible. Lo único que hace falta es tener un poco de detalle en estas cosas y pensar en todos y todas, y no sólo en la media. Contentar a la media es fácil, pero para tratar de hacerlo bien para todo el espectro social, hace falta ser un poco detallista y contar con la opinión de todos y todas, y no sólo de una parte a quien se va a dirigir el servicio. Y no sólo pasa con los autobuses, porque es el pan nuestro de cada día en la mayor parte de los servicios de carácter público, como quedará demostrado a lo largo de próximos episodios de este blog.



viernes, 23 de noviembre de 2007

Vivir en Bilbao

Vivir en Bilbao.
Me suena a un título de canción de Doctor Deseo, uno de esos temas en que casi siempre ponen bien a esta ciudad porque se sienten identificados con ella. A veces es difícil hacerse amigo, no de la ciudad en sí, sino de cómo se gobierna en ella. En demasiadas ocasiones no se piensa en todo el espectro de gente que la habita, sino en una parte de su sociedad que está comprendida en una media de edad determinada y con un estatus muy concreto. Con el resto se cumple lo justo para ir pasando y a veces ni siquiera eso. Es cierto que comparado con el Bilbao de hace 30 años éste es mucho más habitable que aquél. Posiblemente nadie con cierta edad a sus espaldas discuta eso. Lo que sí habría que poner en tela de juicio es si con el mismo esfuerzo, se podría vivir mejor. Quizás ése sea el objetivo de este blog: criticar lo mal hecho para que se pueda mejorar.