domingo, 23 de noviembre de 2008

Por fin; qué alegría

Casi dan ganas de llorar de pena, o de miedo, cuando por las noches hay necesidad de pasar por el puente de La Salve, tal es la oscuridad que predomina en él. Contrasta curiosamente lo bien iluminado y la ingente cantidad de pasta que se han gastado para readornarlo por arriba, precisamente por donde no camina nadie, pero al moderno e inútil estilo europeo. Jueguecitos de luces variados entretienen al público que admira desde abajo, la moderna técnica electrónica aplicada a lo inservible.

Mientras tanto, por las aceras del puente, el paseante debe adivinar qué pisará a cada paso que da, porque lo mismo es una hoja caduca que una cagada de perro. De cualquier forma lo mismo da, porque es imposible distinguir el objeto en cuestión, así que haciendo uso de los rayos infrarrojos y de la intuición, lo mejor es esquivar el objeto depositado en el suelo, sea lo que sea.


Así ha estado desde hace años, porque antes de vestirlo de luces, tampoco se veía un carajo, así que después de redecorarlo, la cosa sigue igual. Sin embargo, lo cierto es que unas planchas metálicas sospechosas han aparecido en estas aceras, a distancias más o menos equidistantes, y del suelo salen unos tornillos largos que dan la sensación de que podrían ser para colocar farolas allí donde nunca las hubo. Pues este milagro a algo se deberá, porque protestas haberlas las ha habido y no han hecho ni puñetero caso de ellas, así que pensando mal ¿qué otra cosa podrá haber conmovido a la pléyade municipal? Ah si, se me olvidaba que la inseguridad ciudadana mueve mucho más voto que el simple hecho de que alguien se queje de algo racional, lógico y perfectamente comprobable. Claro, mientras no pase nada la cosa se queda como está, pero ¿y si pasa algo? Hay amigo, entonces se podrían caer muchos votos de las urnas. Porque una cosa es que pises algo asqueroso y otra que te asalten roben o algo peor, y eso si que no está dispuesta la ciudadanía a perdonar. Menos aún, el guiri que sube por las escaleras de la torre de piedra de Huéscar y se encuentra con la cueva de Alí Babá allá arriba, donde fácilmente puede ser asaltado sin siquiera llegar a enterarse de ello. Precisamente la imagen que podría dar el consistorio bilbaíno con semejante posibilidad, más las comentadas anteriormente podrían ser las causas de esta inesperada pero imprescindible iluminación.


Así pues, se deba a lo que sea, parece que por fin, después de tropecientos mil años, el puente de La Salve estará iluminado por sus aceras algo que a más de uno y una le dará tal alegría que quizás incluso le entren ganas de llorar, pero no de miedo o pena, como se decía al principio, sino de la alegría que sentirá cuando por fin pueda ver si lo que tiene delante es una cagada de perro, o cualquier otro objeto cotidiano.




viernes, 18 de abril de 2008

Paseo de los Caños: donde llueve de abajo arriba.


La restauración del Paseo de los Caños, que hace pocos años realizó el Ayto. para recuperar este histórico acceso de las aguas del Nervión y de otras fuentes y captaciones del siglo IXX, quedó bonito y práctico, siempre y cuando no llueva en esta ciudad, algo que por otra parte, suele ser bastante habitual por aquí.

Dos tramos componen la restauración del paseo: una con adoquines y otra con asfalto normalito. El adoquinado muy bonito y el asfaltado algo anodino, aunque práctico también.

Hasta ahora no se ha dicho nada que no sepa todo el que lo recorre habitualmente, pero todo lo dicho sólo sirve en seco, porque cuando llueve, caminar por el tramo adoquinado es un verdadero ejercicio de atención, digno de la más dura prueba para determinar el nivel de la capacidad espaciotemporal de quien camina por él, para no tocar alguno de los adoquines que no se mueven, y por tanto no salpican al viandante. Sí, si, la frase es correcta; para no tocar algunos de adoquines de los que no se mueven, porque de los fijos hay tan pocos que es imposible pasear por un tramo fijo y seguro antes de ser salpicado por al agua.

Docenas de adoquines se mueven bajo el calzado y superar algún tramo sin pisar alguno de ellos se convierte en una prueba de atención al más puro estilo de la que tanto se le parece en el programa Humor Amarillo. ¿Lo habrán copiado del Paseo de Los Caños? No, parece que han sido los técnicos municipales los que han copiado al programa pues éste ya existía cuando se recuperó el paseo.

Bueno, es prácticamente imposible esquivar los adoquines que se mueven ni aún mirando con atención al suelo, y para cuando el andarín se quiere dar cuenta suena el chasquido que le envía el agua hacia el calzado, los calcetines y el bajo del pantalón, poniéndole perdido de esa vil mezcla de agua con barro.

Las puntas del calzado se van empapando poco a poco; los calcetines acusan la mojadura del zapato o zapatilla y el bajo del pantalón comienza a coger peso mientras es adornado con salpicadoras de diversas formas y colores.
Se puede intentar esquivar por aquí y por allá, pero siempre teniendo en cuenta que el barro inglés abunda igualmente, pues este paseo se ha convertido en lugar ideal para que los perritos caguen a gusto, y puede ser que por intentar evitar ese adoquín traicionero del que te acuerdas porque al ir te puso ya de vuelta y media, a la vuelta acabes pisando de lleno la cagadita del chuchín, que es así como muchos dueños y dueñas llaman cariñosamente al típico perrito que normalmente no les hace ni puñetero caso, como animal irracional que es.
Así pues, la recomendación es que en época de lluvias no se pasee por este lugar sin katiuscas o bota de goma similar, porque quien así lo haga y no ande bien, o muy bien, de reflejos y memoria verá cómo es posible que llueva de abajo arriba, cuando lo normal es que lo haga al revés. Si además completa este paseo con el acceso por las escaleras de Zabalbide a Sorkunde, perfectamente diseñadas y construidas para almacenar importantes cantidades de agua procedente de la lluvia, por ejemplo, cuando llegue a su casa ya no tendrá que lavarse los pies porque los tendrá muy, pero muy limpios. A este tramo se le podría cambiar el nombre y ponerle cataratas de Solokoetxe, en lugar de escaleras. Sería lo más adecuado, sobre todo, cuando llueve.

sábado, 23 de febrero de 2008

Los injustiprecios



Bilbao se encuentra sumergida en un cambio radical de su aspecto, lo cual queda patente a nada que nos movamos por cualquiera de sus barrios. Para ello, desde el ayuntamiento se procede a quitar de aquí para poner allí, todo tipo de infraestructuras urbanas que molestan de cara al futuro: desde accesos rodados hasta viviendas. En el primer caso incide más indirecta que directamente a los afectados por los cambios, pero en el segundo, se trata de cambiar casas por casas, cuando en ocasiones representan toda una vida habiendo habitado estas moradas, algo muy difícil de cuantificar con dinero pero que este ayuntamiento resuelve en un dos por tres cambiando metro por metro, aunque el vecino o vecina no se quiera ir de su casa "de toda la vida".

Pero la imagen es la imagen, y Bilbao no se puede permitir tener barrios como Rekalde con viejos edificios que afeen la vista general de sus visitantes ocasionales. Por eso se procede a construir nuevos edificios, que por cierto pagamos entre todos y todas, para luego albergar a los expropiados mientras se levantan nuevas viviendas, o pudiendo incluso quedarse en las ya adjudicadas.

Pero este ayuntamiento, que tan espléndido es para unas cosas, sobre todo cuando barre para sus políticos y directivos, no lo es tanto cuando se trata de favorecer el éxodo obligado pero no deseado, de los más desfavorecidos. Para que las cosas le vayan bien recurre a la expropiación de estas viviendas, aunque sus propietarios no se quieran ir, aplicando un justiprecio. Precisamente este término, cuando lo utiliza el ayuntamiento bilbaíno, se puede decir que es la antítesis de lo que se supone quiere decir, porque no hay nada más injusto que sacar a alguien de su vivienda para trasladarla a otra, nueva, es cierto, sí, pero a la que nadie ha pedido que se le desplace.

Algunos vecinos de Rekalde, por ejemplo, han salido favorecidos, especialmente los más mayores, algunos de los cuales no disponían de ascensor o calefacción, y ahora tienen de todo. Están agradecidos, es cierto, y con razón, pero no son sólo viejillos los viven en esos edificios, y por ello otras personas más jóvenes han peleado día a día contra los injustiprecios para tratar de igualar las condicones en las que estaban, con las que les ofrecía el ayuntamiento. Estas personas se podrían catalogar de "non gratas" entre los técnicos y políticos municipales porque aunque sólo reclaman lo suyo, eso es algo que a la plantilla municipal especializada en expropiar, no gusta.

Comenta una vecina afectada que a ella la llaman la cuentacuentos, porque se publicó una carta suya, en forma de cuento, hablando de todas estas anomalías, algo que no sentó muy bien en el área de Urbanismo municipal regentada por esa edil pequeña, pero parece que algo matona, puesto que en un momento de discusión le dijo a la vecina "que estaba estirando mucho la goma", sólo por reclamar lo que era suyo. Bueno, con estas actitudes ¡cualquiera va a reclamar algo al ayuntamiento! Te sale el concejal de turno, te echa una mirada asesina y te largas echando virutas. Así no hace falta ni munipas a la entrada, llaman al concejal de turno, y despeja la zona rápidamente.

Pero razón no le falta a la vecina, aunque los representantes municipales no lo quieran reconocer: ni sitio para aparcar en una calle que tiene raya amarilla a ambos lados, cuando antes lo tenía; ni parada de bus cercana, a pesar de que hay sitio para ello; ni entradas a los edificios despejadas y a la vista de todos, sino ocultas, y ello teniendo en cuenta que son edificios nuevos. Pero bueno, ¿han ido a mejor o a peor? Esta persona, ante tanta desventaja ha preferido alojarse en una vivienda de segunda mano, a la espera de que se construyan los nuevos edificios, a ver si esta vez aciertan en algunos fallos que han tenido en las actuales. No confiaría yo mucho en ello, pero bueno, quizás por una vez suene la flauta, aunque sea por casualidad.


Lo curioso además es que cuando los trasladan se van de un piso en propiedad que pueden vender cuando quieran, pero luego, cuando firman las nuevas escrituras, recogen un piso protegido que no podrán vender en un mínimo de 20 años. !Vaya cambio! Me empeño hasta la cejas por la casa que me gusta o que puedo comprar con mi sueldo, y luego me dan otra que no quiero, y que además no puedo vender si encuentro otra oportunidad mejor.

Pero donde más se nota el injustiprecio no es en estos cambios piso por piso, porque aquí no hay moneda de cambio, sólo espacio por espacio, sino en las lonjas que se deben expropiar para reedificar. En estos casos sí se paga un injustiprecio en toda regla,porque el ayuntamiento aplica precios irrisorios que no tienen nada que ver con la cruda realidad inmobiliaria. Los precios que se pagan son aproximadamente la mitad de lo que realmente valen en el mercado, y a eso más que injustiprecio habría que llamarle robo,aunque eso sí, siempre cumpliendo con la legalidad vigente. Poco les costaría a los téncicos municipales preguntar cuánto valen las lonjas en esa zona, que inmobiliarias las hay y muchas, y aplicar un precio justo de verdad; sin pasarse pero tampoco sin timar legalmente al expropiado. Pero no, eso supone mucho trabajo y ser justos y eso no va con este ayuntamiento. Así pues, en este caso al menos, llamar justiprecio a lo que se paga para favorecer la buena imagen que en el futuro ofrecerá Bilbao a sus visitantes es un eufemismo en el más estricto sentido de la palabra, y le está costando ciertamente barato al ayuntamiento, pero también muy caro a los afectados por este insolidario cambio de imagen.