Bilbao se encuentra sumergida en un cambio radical de su aspecto, lo cual queda patente a nada que nos movamos por cualquiera de sus barrios. Para ello, desde el ayuntamiento se procede a quitar de aquí para poner allí, todo tipo de infraestructuras urbanas que molestan de cara al futuro: desde accesos rodados hasta viviendas. En el primer caso incide más indirecta que directamente a los afectados por los cambios, pero en el segundo, se trata de cambiar casas por casas, cuando en ocasiones representan toda una vida habiendo habitado estas moradas, algo muy difícil de cuantificar con dinero pero que este ayuntamiento resuelve en un dos por tres cambiando metro por metro, aunque el vecino o vecina no se quiera ir de su casa "de toda la vida".
Pero la imagen es la imagen, y Bilbao no se puede permitir tener barrios como Rekalde con viejos edificios que afeen la vista general de sus visitantes ocasionales. Por eso se procede a construir nuevos edificios, que por cierto pagamos entre todos y todas, para luego albergar a los expropiados mientras se levantan nuevas viviendas, o pudiendo incluso quedarse en las ya adjudicadas.
Pero este ayuntamiento, que tan espléndido es para unas cosas, sobre todo cuando barre para sus políticos y directivos, no lo es tanto cuando se trata de favorecer el éxodo obligado pero no deseado, de los más desfavorecidos. Para que las cosas le vayan bien recurre a la expropiación de estas viviendas, aunque sus propietarios no se quieran ir, aplicando un justiprecio. Precisamente este término, cuando lo utiliza el ayuntamiento bilbaíno, se puede decir que es la antítesis de lo que se supone quiere decir, porque no hay nada más injusto que sacar a alguien de su vivienda para trasladarla a otra, nueva, es cierto, sí, pero a la que nadie ha pedido que se le desplace.
Algunos vecinos de Rekalde, por ejemplo, han salido favorecidos, especialmente los más mayores, algunos de los cuales no disponían de ascensor o calefacción, y ahora tienen de todo. Están agradecidos, es cierto, y con razón, pero no son sólo viejillos los viven en esos edificios, y por ello otras personas más jóvenes han peleado día a día contra los injustiprecios para tratar de igualar las condicones en las que estaban, con las que les ofrecía el ayuntamiento. Estas personas se podrían catalogar de "non gratas" entre los técnicos y políticos municipales porque aunque sólo reclaman lo suyo, eso es algo que a la plantilla municipal especializada en expropiar, no gusta.
Comenta una vecina afectada que a ella la llaman la cuentacuentos, porque se publicó una carta suya, en forma de cuento, hablando de todas estas anomalías, algo que no sentó muy bien en el área de Urbanismo municipal regentada por esa edil pequeña, pero parece que algo matona, puesto que en un momento de discusión le dijo a la vecina "que estaba estirando mucho la goma", sólo por reclamar lo que era suyo. Bueno, con estas actitudes ¡cualquiera va a reclamar algo al ayuntamiento! Te sale el concejal de turno, te echa una mirada asesina y te largas echando virutas. Así no hace falta ni munipas a la entrada, llaman al concejal de turno, y despeja la zona rápidamente.
Pero razón no le falta a la vecina, aunque los representantes municipales no lo quieran reconocer: ni sitio para aparcar en una calle que tiene raya amarilla a ambos lados, cuando antes lo tenía; ni parada de bus cercana, a pesar de que hay sitio para ello; ni entradas a los edificios despejadas y a la vista de todos, sino ocultas, y ello teniendo en cuenta que son edificios nuevos. Pero bueno, ¿han ido a mejor o a peor? Esta persona, ante tanta desventaja ha preferido alojarse en una vivienda de segunda mano, a la espera de que se construyan los nuevos edificios, a ver si esta vez aciertan en algunos fallos que han tenido en las actuales. No confiaría yo mucho en ello, pero bueno, quizás por una vez suene la flauta, aunque sea por casualidad.
Lo curioso además es que cuando los trasladan se van de un piso en propiedad que pueden vender cuando quieran, pero luego, cuando firman las nuevas escrituras, recogen un piso protegido que no podrán vender en un mínimo de 20 años. !Vaya cambio! Me empeño hasta la cejas por la casa que me gusta o que puedo comprar con mi sueldo, y luego me dan otra que no quiero, y que además no puedo vender si encuentro otra oportunidad mejor.
Pero donde más se nota el injustiprecio no es en estos cambios piso por piso, porque aquí no hay moneda de cambio, sólo espacio por espacio, sino en las lonjas que se deben expropiar para reedificar. En estos casos sí se paga un injustiprecio en toda regla,porque el ayuntamiento aplica precios irrisorios que no tienen nada que ver con la cruda realidad inmobiliaria. Los precios que se pagan son aproximadamente la mitad de lo que realmente valen en el mercado, y a eso más que injustiprecio habría que llamarle robo,aunque eso sí, siempre cumpliendo con la legalidad vigente. Poco les costaría a los téncicos municipales preguntar cuánto valen las lonjas en esa zona, que inmobiliarias las hay y muchas, y aplicar un precio justo de verdad; sin pasarse pero tampoco sin timar legalmente al expropiado. Pero no, eso supone mucho trabajo y ser justos y eso no va con este ayuntamiento. Así pues, en este caso al menos, llamar justiprecio a lo que se paga para favorecer la buena imagen que en el futuro ofrecerá Bilbao a sus visitantes es un eufemismo en el más estricto sentido de la palabra, y le está costando ciertamente barato al ayuntamiento, pero también muy caro a los afectados por este insolidario cambio de imagen.