La restauración del Paseo de los Caños, que hace pocos años realizó el Ayto. para recuperar este histórico acceso de las aguas del Nervión y de otras fuentes y captaciones del siglo IXX, quedó bonito y práctico, siempre y cuando no llueva en esta ciudad, algo que por otra parte, suele ser bastante habitual por aquí.
Dos tramos componen la restauración del paseo: una con adoquines y otra con asfalto normalito. El adoquinado muy bonito y el asfaltado algo anodino, aunque práctico también.
Hasta ahora no se ha dicho nada que no sepa todo el que lo recorre habitualmente, pero todo lo dicho sólo sirve en seco, porque cuando llueve, caminar por el tramo adoquinado es un verdadero ejercicio de atención, digno de la más dura prueba para determinar el nivel de la capacidad espaciotemporal de quien camina por él, para no tocar alguno de los adoquines que no se mueven, y por tanto no salpican al viandante. Sí, si, la frase es correcta; para no tocar algunos de adoquines de los que no se mueven, porque de los fijos hay tan pocos que es imposible pasear por un tramo fijo y seguro antes de ser salpicado por al agua.
Docenas de adoquines se mueven bajo el calzado y superar algún tramo sin pisar alguno de ellos se convierte en una prueba de atención al más puro estilo de la que tanto se le parece en el programa Humor Amarillo. ¿Lo habrán copiado del Paseo de Los Caños? No, parece que han sido los técnicos municipales los que han copiado al programa pues éste ya existía cuando se recuperó el paseo.
Bueno, es prácticamente imposible esquivar los adoquines que se mueven ni aún mirando con atención al suelo, y para cuando el andarín se quiere dar cuenta suena el chasquido que le envía el agua hacia el calzado, los calcetines y el bajo del pantalón, poniéndole perdido de esa vil mezcla de agua con barro.
Las puntas del calzado se van empapando poco a poco; los calcetines acusan la mojadura del zapato o zapatilla y el bajo del pantalón comienza a coger peso mientras es adornado con salpicadoras de diversas formas y colores.
Se puede intentar esquivar por aquí y por allá, pero siempre teniendo en cuenta que el barro inglés abunda igualmente, pues este paseo se ha convertido en lugar ideal para que los perritos caguen a gusto, y puede ser que por intentar evitar ese adoquín traicionero del que te acuerdas porque al ir te puso ya de vuelta y media, a la vuelta acabes pisando de lleno la cagadita del chuchín, que es así como muchos dueños y dueñas llaman cariñosamente al típico perrito que normalmente no les hace ni puñetero caso, como animal irracional que es.
Así pues, la recomendación es que en época de lluvias no se pasee por este lugar sin katiuscas o bota de goma similar, porque quien así lo haga y no ande bien, o muy bien, de reflejos y memoria verá cómo es posible que llueva de abajo arriba, cuando lo normal es que lo haga al revés. Si además completa este paseo con el acceso por las escaleras de Zabalbide a Sorkunde, perfectamente diseñadas y construidas para almacenar importantes cantidades de agua procedente de la lluvia, por ejemplo, cuando llegue a su casa ya no tendrá que lavarse los pies porque los tendrá muy, pero muy limpios. A este tramo se le podría cambiar el nombre y ponerle cataratas de Solokoetxe, en lugar de escaleras. Sería lo más adecuado, sobre todo, cuando llueve.