Me doy una vuelta por la web del Ayto. de Bilbao, un poco farragosa por cierto, y llego a las obras vigentes, entre las que me llama la atención, no se bien por qué, la de la iluminación de algunas calles de Uribarri y Castaños. Poca cosa pone excepto las calles afectadas por el cambio lumínico en el que se está trabajando, pero al momento me acuerdo por qué me ha llamado la atención anteriormente. Hace un par de años aproximadamente (mes arriba mes abajo) se presentó por parte del Consistorio un plan de ahorro energético para rebajar por las noches la intensidad de las lámparas con el fin de ahorrar energía, de lo cual está bien necesitado el planeta. Convocada incluso rueda de prensa para su presentación en público, incluyendo un dossier para la prensa con bonita foto de portada, cogida por cierto sin permiso del autor para su publicación en el mencionado dossier, y por supuesto sin abonarle los derechos de reproducción, el informe, un poco escueto y chabacano para mi gusto, hablaba, si mal no recuerdo y podría equivocarme en algo por el paso del tiempo, de reducir el factor de potencia o algo así, durante algunos períodos de la noche en que apenas hay tránsito por la capital del mundo. Se trataba con ello de explicar a la ciudadanía de Bilbao lo ahorrativa y solidaria que sería la ciudad gracias a este plan.
El tiempo ha pasado y ya nada se sabe del generoso proyecto. No ha habido cuenta de resultados, o al menos yo no la he visto por ninguna parte, ni publicada ni mencionada. Suele ser lo más habitual en este consistorio, ya que presentar planes y proyectos, especialmente en época preelectoral, es lo más natural del mundo por su parte, pero son rarísimos los casos en que al cabo de un tiempo presentan los resultados de alguno de ellos. En alguna que otra ocasión se ponen encima de la mesa estadísticas de afluencia de personas a uno u otro evento, pero eso es fácil de cuantificar y de usar como si de algo efectivo se tratara, cuando no es más que mera estadística, y nada más. Lo cierto es que si te pones en Artxanda mirando a la capital, de noche, apenas se nota cambio alguno. Es más, no conviene andar mucho por el mirador del pulmón bilbaíno porque a veces varias farolas están fundidas y apenas se ve el suelo por el que se pisa, y digo esto aprovechando que hablamos de iluminación urbana y esas cosas. Quizás haya que esperar a altas horas de la madrugada para notarse el efecto, o simplemente y será lo más probable, no se ha hecho nada de nada del mencionado plan.
Bueno, puestos a ello me paso por Uríbarri a ver cómo va la cosa esa de la nueva iluminación, cuya instalación resulta ciertamente sospechosa por la cercanía del período electoral del año que viene. Pero bueno, mejor alguna vez, aunque sea para recaudar votos, que nunca. Las farolas son bonitas, tanto las de a pie como las de pared. Abultan el doble que las viejas pero efectivas luminarias, cuyo trabajo ha sido muy provechoso a lo largo de los años que han durado. Como ya es tarde está encendidas y lo cierto es que se advierte cierto déficit lumínico. Ahora bien, siempre ha sido así y habría que ver por qué se cambian ahora y no se ha hecho antes, cuando este barrio dispone de las viejas luminarias desde hace décadas. Bueno, no importa, lo importante es que se va a subsanar el problema, si es que lo había.
Puestos a mirar veo que un corto tramo (50 metros) de una calle, en cuestión la denominada Monte Ízaro, va a ser premiada con un cambio de dos por nueve. Es decir, ahora dispone de dos farolas y se le van a colocar en el mismo espacio hasta nueve de las relucientes y cabezonas luminarias. Destacan sobremanera por las dimensiones exageradas, sobre todo comparadas con las actuales, que a su vez está mucho más altas, y por lo tanto destacan menos. Las nuevas están prácticamente en el balcón de esa señora que cuelga la ropa, tan bajas están ubicadas. Bueno, si hay que cambiar la bombilla lo podremos hacer desde el balcón, pensará el de mantenimiento. Lo que sigo sin apercibir es por qué tanta farola en tan poco espacio. No veo nada que justifique tanto farolillo, por lo menos a simple vista. Me recuerda a esa obra de arte pegada al museo tradicional bilbaíno, pero en vez de con muchos modelos, sólo con uno. Bosque de farolillos, se podría titular. Las actuales son dos a un lado de la calle. Las futuras son cuatro en el mismo lado de las viejas, y cinco en la acera de enfrente. Esto va a parecer el adorado y sacrosanto campo de fútbol de la ciudad cuando las enciendan.
Hablando de planes de ahorro energético, me fijo a ver si hay alguna preinstalación para alternar unas farolas con otras, por si hubieran pensado en la posibilidad de apagar algunas a ciertas horas de la noche dejando las imprescindibles para un tránsito mínimo sin tener que llevar gafas de sol a las cuatro de la madrugada, pero no, no veo nada que me haga pensar que ello va a ser así. Sólo veo su cablecito colgando, su fusible y nada más. Mucho me temo que eso del ahorro energético municipal es un cuento chino, japonés y tailandés. En resumen, creo que fue una patraña para hacernos creer que íbamos a ser más amables y considerados con el planeta, cuando los hechos demuestran que somos todo lo contrario, es decir, unos despilfarradores. Y ahora ya no sólo de agua, sino también de energía. De dos a nueve va un trecho, tanto en número como en vatios consumidos inútilmente. Una cosa es mejorar y otra exagerar hasta caer en el abuso inútil y derrochador. Sin embargo una cosa sí me ha quedado clara: ahora ya sé por qué nunca presentan resultados. Lo más probable es que sean siempre negativos.
Tampoco es de extrañar. Si nos damos una vuelta por el resto de la ciudad en período nocturno, veremos cómo hay polideportivos con sus instalaciones iluminadas a altas horas de la noche cuando ya no hay nadie en ellas, u otras instalaciones deportivas al aire libre con sus potentes focos encendidos, cuando está lloviendo a jarros y nadie puede usarlos, o patios de algunas escuelas con sus focos encendidos día y noche, aveces durante varias jornadas. Y eso sólo es lo que se ve a simple vista. A saber qué pasará a nivel interno en todas esas instalaciones que dependen del consistorio bilbaíno. Bueno, creo que es mejor no saberlo, pero por lo menos que no vayan chuleando por ahí de lo ecológicos y ahorradores que son porque es simple y llanamente, mentira.
El tiempo ha pasado y ya nada se sabe del generoso proyecto. No ha habido cuenta de resultados, o al menos yo no la he visto por ninguna parte, ni publicada ni mencionada. Suele ser lo más habitual en este consistorio, ya que presentar planes y proyectos, especialmente en época preelectoral, es lo más natural del mundo por su parte, pero son rarísimos los casos en que al cabo de un tiempo presentan los resultados de alguno de ellos. En alguna que otra ocasión se ponen encima de la mesa estadísticas de afluencia de personas a uno u otro evento, pero eso es fácil de cuantificar y de usar como si de algo efectivo se tratara, cuando no es más que mera estadística, y nada más. Lo cierto es que si te pones en Artxanda mirando a la capital, de noche, apenas se nota cambio alguno. Es más, no conviene andar mucho por el mirador del pulmón bilbaíno porque a veces varias farolas están fundidas y apenas se ve el suelo por el que se pisa, y digo esto aprovechando que hablamos de iluminación urbana y esas cosas. Quizás haya que esperar a altas horas de la madrugada para notarse el efecto, o simplemente y será lo más probable, no se ha hecho nada de nada del mencionado plan.
Bueno, puestos a ello me paso por Uríbarri a ver cómo va la cosa esa de la nueva iluminación, cuya instalación resulta ciertamente sospechosa por la cercanía del período electoral del año que viene. Pero bueno, mejor alguna vez, aunque sea para recaudar votos, que nunca. Las farolas son bonitas, tanto las de a pie como las de pared. Abultan el doble que las viejas pero efectivas luminarias, cuyo trabajo ha sido muy provechoso a lo largo de los años que han durado. Como ya es tarde está encendidas y lo cierto es que se advierte cierto déficit lumínico. Ahora bien, siempre ha sido así y habría que ver por qué se cambian ahora y no se ha hecho antes, cuando este barrio dispone de las viejas luminarias desde hace décadas. Bueno, no importa, lo importante es que se va a subsanar el problema, si es que lo había.
Puestos a mirar veo que un corto tramo (50 metros) de una calle, en cuestión la denominada Monte Ízaro, va a ser premiada con un cambio de dos por nueve. Es decir, ahora dispone de dos farolas y se le van a colocar en el mismo espacio hasta nueve de las relucientes y cabezonas luminarias. Destacan sobremanera por las dimensiones exageradas, sobre todo comparadas con las actuales, que a su vez está mucho más altas, y por lo tanto destacan menos. Las nuevas están prácticamente en el balcón de esa señora que cuelga la ropa, tan bajas están ubicadas. Bueno, si hay que cambiar la bombilla lo podremos hacer desde el balcón, pensará el de mantenimiento. Lo que sigo sin apercibir es por qué tanta farola en tan poco espacio. No veo nada que justifique tanto farolillo, por lo menos a simple vista. Me recuerda a esa obra de arte pegada al museo tradicional bilbaíno, pero en vez de con muchos modelos, sólo con uno. Bosque de farolillos, se podría titular. Las actuales son dos a un lado de la calle. Las futuras son cuatro en el mismo lado de las viejas, y cinco en la acera de enfrente. Esto va a parecer el adorado y sacrosanto campo de fútbol de la ciudad cuando las enciendan.
Hablando de planes de ahorro energético, me fijo a ver si hay alguna preinstalación para alternar unas farolas con otras, por si hubieran pensado en la posibilidad de apagar algunas a ciertas horas de la noche dejando las imprescindibles para un tránsito mínimo sin tener que llevar gafas de sol a las cuatro de la madrugada, pero no, no veo nada que me haga pensar que ello va a ser así. Sólo veo su cablecito colgando, su fusible y nada más. Mucho me temo que eso del ahorro energético municipal es un cuento chino, japonés y tailandés. En resumen, creo que fue una patraña para hacernos creer que íbamos a ser más amables y considerados con el planeta, cuando los hechos demuestran que somos todo lo contrario, es decir, unos despilfarradores. Y ahora ya no sólo de agua, sino también de energía. De dos a nueve va un trecho, tanto en número como en vatios consumidos inútilmente. Una cosa es mejorar y otra exagerar hasta caer en el abuso inútil y derrochador. Sin embargo una cosa sí me ha quedado clara: ahora ya sé por qué nunca presentan resultados. Lo más probable es que sean siempre negativos.
Tampoco es de extrañar. Si nos damos una vuelta por el resto de la ciudad en período nocturno, veremos cómo hay polideportivos con sus instalaciones iluminadas a altas horas de la noche cuando ya no hay nadie en ellas, u otras instalaciones deportivas al aire libre con sus potentes focos encendidos, cuando está lloviendo a jarros y nadie puede usarlos, o patios de algunas escuelas con sus focos encendidos día y noche, aveces durante varias jornadas. Y eso sólo es lo que se ve a simple vista. A saber qué pasará a nivel interno en todas esas instalaciones que dependen del consistorio bilbaíno. Bueno, creo que es mejor no saberlo, pero por lo menos que no vayan chuleando por ahí de lo ecológicos y ahorradores que son porque es simple y llanamente, mentira.